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Dinerosis. Fuente: www.actibva.com |
jueves, 29 de diciembre de 2011
Dinerosis.
Dinerosis.- f. Med. Enfermedad mental caracterizada por comportamientos psicótico-esquizofroides,
paranoicos y compulsivos que llevan al enfermo a la adquisición, acumulación y
cuidado de ingentes cantidades de dinero sin motivo aparente e independientemente
de la mayor o menor capacidad financiera del mismo, utilizando para ello
cualquier medio a su disposición, sea o no legal y sin valoración alguna de
condicionantes éticos o morales. Está acompañada, en algunos casos, de delirios
o alucinaciones con diferentes niveles de gravedad que suelen provocar en el
enfermo alteraciones cognitivo-emocionales que le impiden su normal interacción
con el resto de la sociedad.
Su diagnóstico es sencillo
gracias a las conductas de extremo egoísmo, codicia y afán desmedido de lucro que manifiestan los
pacientes, a la indiscriminada adquisición de bienes inútiles y generalmente
caros, pero que producen cierto reconocimiento social, y así como a la sistemática
negativa a asumir su propia enfermedad, argumentando, en la mayor parte de las manifestaciones
de la dolencia, motivaciones mercantilistas. Si se diagnostica con suficiente
antelación el paciente puede presentar ciertas mejorías tras un duro y lento
proceso de rehabilitación psicosocial en centros especializados. Si el
desarrollo de la enfermedad es avanzado sólo es viable el internamiento bajo
estrictas medidas de control y vigilancia, produciéndose en estas
circunstancias en el paciente continuados síndromes de abstinencia al impedírsele
completar las acciones que la enfermedad le provoca.
Históricamente se ha confundido la dinerosis, hasta bien entrado el siglo xxi, con delitos como la corrupción, la
malversación, el cohecho, el hurto, el chantaje y, en ocasiones, con actos como
la usura, pero no fue hasta hace poco cuando un científico español, Ramón
González Caja, profesor en una de las más prestigiosas universidades privadas
americanas, descubrió el origen de la enfermedad y la identificó con un
trastorno del comportamiento. Sus investigaciones demostraron, tras sesudos análisis
de los síntomas manifestados en diferentes pacientes, que se trataba de una
enfermedad mental que debía ser considerada como tal. Hasta aquel entonces, a todos
aquellos que manifestaban este tipo de conducta y eran incautamente atrapados por
las fuerzas de seguridad del estado, se les sometía impunemente a juicio, aunque
en su mayoría se libraban del ingreso en prisión, puesto que, gracias a sus
influencias y presiones, no en vano la dinerosis es también llamada la ”enfermedad de los poderosos”, eran
liberados sin que llegasen a cumplir condena, tan sólo teniendo que sufrir el, para
ellos etéreo, escarnio público de la imputación en juicio.
Ramón González, que años más
tardes recibiría el Nobel de medicina por su trabajo, determinó y consiguió aislar
un gen, que denominó el “gen egoísta”,
en el que fijó el origen de esta enfermedad mental al sufrir mutaciones cuando se
ve sometido a ciertos estados sociales que el doctor denominó “enriquecidos” y que definió como “aquellos en los que el individuo, procedente
o no de una clase social adinerada, resulta esclavizado por los mecanismos
sociales que articulan la actuación de las clases más favorecidas y que se basan
principalmente en el dinero y en el poder, siendo éste último consecuencia del
primero”.
La comunidad médica y
psiquiátrica manifestó inicialmente su más absoluto rechazo a las teorías del
investigador, pero finalmente cedió cuando algunos renombrados científicos fueron
contrastando cada uno de los argumentos esgrimidos por Ramón González. Muchos
le reprobaban que sus interpretaciones de una, más que evidente, realidad
científica eran clasistas, por cuanto parecían querer indicar que el gen sólo
pertenecía a las clases sociales favorecidas. El doctor demostró que el gen no
era exclusivo de ninguna raza o clase específica, antes bien, era genérico al
ser humano, pero logró convencer a la comunidad científica de que sólo bajo la
influencia de esos “estados sociales enriquecidos” se producía la mutación que conducía
a la enfermedad. No le resultó demasiado difícil demostrar posteriormente que
esas manifestaciones eran consecuentemente mucho más probables entre las clases
más favorecidas, vinculadas ya de por sí al dinero y al poder.
Así pues, durante el último
tercio del siglo, cuando las teorías del profesor fueron aceptadas sin
menoscabo y la enfermedad se asumió como una realidad, un gran número de
enfermos de dinerosis fueron diagnosticados y tratados siguiendo los patrones
definidos por Ramón González, quien también cayó presa de la enfermedad; se
dice que cuando se encontraba en uno de los estados más avanzados, pero todavía
sin diagnosticar, llegó a pedir por dar alguna que otra conferencia varios
cientos de millones, “dinero que ni
viviendo decenas de vidas podría llegar a gastar”, tal y como indicó su
colaborador más cercano, Vicente Olmedo, cuando le diagnosticó la enfermedad.
Los pocos presos existentes por
delitos económicos solicitaron a las autoridades la revisión de sus casos y una
evaluación médica alegando dinerosis. Un gran número de ellos pasaron del
régimen penitenciario al régimen psiquiátrico al diagnosticárseles la
enfermedad y se sometieron a los tratamientos de choque que eran la única
solución fiable que puso de manifiesto Ramón González. Las empresas
farmacéuticas comenzaron a desarrollar medicamentos para inhibir la mutación
del gen, ya que descubrieron que una vez se había producido la misma resultaba altamente
improbable recuperar totalmente la cordura, a pesar de que desarrollaron
tratamientos paliativos que combinaban con el internamiento y la terapia psicosocial.
Estos medicamentos comenzaron a utilizarse indiscriminadamente entre las clases
sociales más ricas y poderosas. Los efectos secundarios de los mismos, que generaban
un elevado nivel de adicción, lejos de suscitar dudas entre los consumidores,
supusieron un aliciente en la ingesta del medicamento, quedando sólo al alcance
de los adinerados, que, de otra parte, eran los únicos entre los que realmente
se daban las circunstancias propicias para que se produjese la mutación del gen
y por tanto eran los más interesados en adquirirlos. El medicamento, comercializado
por una farmacéutica bajo el sobrenombre de “dinero”, comenzó a escasear y su precio se disparó hasta extremos
insospechados de modo que los habituales consumidores tuvieron que recurrir a la
corrupción, la malversación, el cohecho, el hurto y el chantaje para poder conseguir
el dinero suficiente para adquirir el compuesto que impedía la mutación del gen
que les llevaría a la dinerosis.
La situación se volvió hasta tal
punto insostenible que los estados se vieron obligados a intervenir, nacionalizando
el medicamento y racionalizándolo para los adictos entre los que se encontraban
alguno de los más prestigiosos y reconocidos dirigentes del momento. Se sometió
a desintoxicación a los enfermos de “dinero”
y se asumió que la dinerosis no tendría cura, aunque sí tratamiento.
Ejemplo del uso del vocablo
dinerosis. El banquero y el político fueron
internados al detectárseles un avanzado estado de dinerosis.
Rubén Cabecera Soriano.
Etiquetas:
Cuentos y relatos.,
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Política y sociedad.